lunes, 27 de septiembre de 2010

Próximamente... Sin confirmar

...A volar con los buitres. 

   ¿Cúanto hace que no vas a Lagos de Covadonga?
Pues eso me pregunté. y ¿por que no?. Tome las llaves del coche, gafas de sol, calzado cómodo y a rodar para alcanzar las alturas donde planean los gigantes alados de Picos. Los buitres. Buitres que a diario disfrutan de esos paisajes verdes de los prados, grises de las rocas que los rodean, y como no, de ese azul que en la lejanía se funde con el mar.

   Recuerdo que de niño, Lagos de Covadonga era  una de las peregrinaciones que hacíamos los Asturianos, al menos una vez al año. Aquellas colas de coches....  casi todos eran los famosos utilitarios Seat, en las modalidades de: 600, 800, 850....subiendo por la estrecha  serpenteante y no menos peligrosa  carretera. Eso si, no exentos de las obligadas paradas, para que aquellos coches con sus pequeñas carrocerías y pequeños motores, descansaran de los sofocos, que les provocaba el desnivel de la carretera. Y, así, también las familias, pié a tierra estirando las piernas disfrutaban del paisaje que le ofrecía la naturaleza. 
   Mientras conducía, durante el tiempo que duró el trayecto el único pensamiento era el de llegar a las puertas del parque de Covadonga. Esos pilares de piedra que señalan que uno está a punto de adentrarse en esa otra dimensión que no es otra que la puerta de lo "natural". De aquello que desde la urbe uno parece que deja apartado a un lado, quizás por el aislamiento al que nos obliga el hormigón y el asfalto. 
   La respiración cambia, notas como el ambiente tiene un alto grado  de humedad. El aire que se respira es un aire limpio y agradable.
   Las vacas que pululan por aquellos montes disfrutan con toda libertad de sus pastos y hasta de unas pequeñas siestas o reposos en el medio de la carretera, con el asombro que les produce a los visitantes del Parque. 







Son esas vistas que desde el coche te parecen de película. 
   El mirador de La Reina, desde donde se puede divisar el vuelo circular de los buitres que por las alturas planean y acechan su sustento y como no, los montes del Sueve, al fondo de la fotografía, donde pasta el mítico Asturcón.








 
 
   En dicho mirador nos encontramos con un caracol de caparazón amarillo, cuya especie creo está protejida. 










  También nos encontramos con caballos, que con el barro hasta las rodillas intentaban descender de la loma del monte para cruzar la carretera sin reparar que por esta circulaban vehículos. Esta manada parecía estar disfrutando de esa libertad que les permite moverse libremente por estos espacios protejidos, ese disfrute del estado salvaje que en sus tiempos sería su estado natural. 
   Y de repente esa visión. La aparición del Lago Enol. 


 


   El reflejo de sus aguas, reflejo y espejo de las nubes donde los animales del Parque acuden a saciar su sed y donde uno también puede disfrutar del vuelo de las libélulas en su orilla a ras del agua cristalina.
Aún nos queda un poco más. Otro pequeño esfuerzo para ese titán que es nuestro vehículo y alcanzamos el circo del Lago Ercina. 





   Lago que nos enseña con todo su esplendor su majestuosa dentadura, los Picos de Europa.
   En esta otra fotografía observamos que el lago posee forma longitudinal.




  
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